Olga Thaureaux Puertas
Como casi todos los cubanos, seguí con atención las noticias relacionadas con el sismo en Ecuador, en el cual perdieron la vida tres médicos cubanos.
En la televisión vi a dos de los cinco galenos que laboraban en el municipio de Pedernales, provincia de Manabí, hablar sobre el dolor por la pérdida de sus hermanos; lo que no conocí de inmediato es que entre esos sobrevivientes, había un santiaguero. Tras su llegada a Cuba acompañando a los cadáveres, durante una entrevista televisiva lo supe.
De inmediato, y con la ayuda de muchas personas, a quienes no nombraré, pero sí agradezco públicamente, localicé telefónicamente al joven de 33 años, quien pasados siete días, todavía en sus ojos se descubrían el cansancio, el agotamiento y el dolor multiplicado en varios momentos.
El encuentro
Estamos sentados en la sala de su casa en el centro urbano Antonio Maceo, en sus brazos también advierto las quemaduras del sol por las largas jornadas de búsqueda para sacar a sus compañeros Bárbara, Leonardo y Erik de entre los escombros.
Inevitablemente tenemos que comenzar el diálogo por el sábado 16 de abril. Me cuenta que su labor de lunes a viernes es en una comunidad muy lejana, por tanto solo venía al hotel los fines de semana, momento en que dedicaba algún tiempo a revisar sus cuentas de correo electrónico y las redes sociales; allí en un cibercafé cercano, demoró más de lo habitual, pues entabló una conversación por el chat con un amigo. Es así que siendo las 6.40 p.m. aproximadamente ocurre un sismo que califica intenso, pero corto, pero como estaba cerca de la puerta salió rápido.
Luego se produjo el otro sismo, el más fuerte, de 7,8 y muy prolongado: “solo le puedo decir que me dio tiempo a trasladarme hacia cuatro esquinas, pero los postes y las paredes se caían, la tierra se seguía moviendo, al punto que no conseguía quedarme de pie; era mucho el polvo, también llovía…no puedo describirle más, era inimaginable.
“Luego me trasladé hacia la terminal, que estaba como a 200 metros, ya allí había personas lesionadas, atrapadas y el polvo hacía casi imposible la visibilidad. La doctora Oneida Toirac Legrat -que también estaba fuera del hotel- me llamó por el celular para saber de mí, le digo que estoy a salvo, pero que no diviso a ver cómo estaba el hotel donde habían quedado el resto de los compañeros, ellos no respondían las llamadas telefónicas que les hacíamos.
“Yo estaba solo, había una gran confusión, se decía que podría producirse un tsunami, es así que me uno a una familia que salía en una camioneta hacia la casa de unos familiares fuera del pueblo; pero en el trayecto como a los 10 km nos encontramos con deslizamientos de tierra y otros obstáculos que impedían el avance, por eso permanecimos dentro de la camioneta desde las 9 de la noche hasta las 2 de la madrugada más o menos… luego decidimos seguir a pie y después de caminar cerca de una hora y media llegamos a esa casa y allí nos quedamos unas 11 o 12 personas en un establo de madera hasta que amaneció.
“En ese lugar asistí a un niño con dos heridas en la cabeza y un señor con otra profunda en la espalda, ellos mismos cuando supieron que yo era médico, me buscaron agua oxigenada y algodón, lo que había a mano, y los curé; no había nada para suturar”.
La segunda y tercera jornadas
orge recuerda que no durmieron, seguían las réplicas, pero al amanecer, dos integrantes de esa familia estaban desaparecidos, y salieron a buscarlos en un carro, por lo que bajó en él.

Así quedó el hotel donde vivían
“Cuando llegué a Pedernales fue que puede ver con claridad cómo estaba todo, eran ruinas, el hotel donde vivía, de cinco pisos se había convertido en escombros de un metro de alto más o menos. Seguía llamando a mis compañeros por el celular, pero no respondían, ya tuve la certeza de que habían quedado atrapados. Volví a llamar a la doctora Oneida, que ya venía hacia donde yo estaba, y le digo que la cuadra entera estaba destruida.
“Nos comunicamos con la embajada, nos trajeron víveres e iniciamos los trámites para con la excavadora comenzar la búsqueda. Fue muy difícil, yo como conocía el lugar trataba de guiar a los operarios, poco a poco iban apareciendo pertenencias, documentos, hasta que cerca de las 6 de la tarde encontramos los cuerpos juntos de Baby y de Leonardo.
“Al otro día, como a las 4.30 de la tarde fue que localizamos el cuerpo de Erik, fue muy trabajoso pues no estaba en su apartamento, al parecer intentó bajar por las escaleras”…
Homenaje y despedida
Las jornadas siguientes no fueron menos dolorosas, a la doctora Oneida y a mí, se nos dio la tarea de acompañar a los cadáveres de nuestros hermanos y entregarlos a sus familiares. Yo seguí hasta Granma, con Leonardo, entre él y yo había una gran amistad, jaraneábamos mucho. Fue muy, muy duro, éramos como hermanos.
“Allí en la embajada, con mucho dolor, patentizamos que en los 711 colaboradores de la misión médica, quedarán ellos representados, pues eran personas muy humildes y sacrificadas”.
La Familia
“Como a los 20 minutos después del terremoto llamé a mi novia aquí en Santiago y le dije lo sucedido, que estaba bien, pero no le di muchos detalles, ella se encargó de hablar con mi mamá.
Tania, la novia, también doctora, ha sido casi todo el tiempo testigo de nuestro diálogo. Ella trató siempre de darle ánimo a Nereyda, la mamá, quien confiesa que no dormía y estuvo más tranquila cuando lo vio por el televisor en el acto de la embajada. Hoy, más sosegada, dice sentirse orgullosa de sus hijos, -la hembra también es médico y cumplió misión en Venezuela-, y no olvidar en estos días de angustia el apoyo de los vecinos.
El padre, al tanto del juego de futbol de la TV, pero siempre calzando alguna frase que pudiera quedar suelta en la conversación; y sobre todo, trasmitiendo un mensaje de aliento y fuerza para los familiares de los fallecidos.
Nadie tiene idea de lo vivido
“Esta es mi primera misión y he vivido una experiencia que nunca quisiera repetir. Pedernales quedó en ruinas. Antes de venir supe de mis pacientes, quienes al vivir alejados del epicentro y sus casas ser de madera, sufrieron daños menores; eso me deja más tranquilo.
“Cuando regrese no sé qué lugar me tocará, pero tengo la seguridad de que estaremos donde seamos más útiles”.
Epílogo
La mañana transcurrió casi sin darnos cuenta, me muestra fotos de sus pacientes, dialogamos sobre su labor aquí en Santiago en la Unidad Presupuestada de Salud, lo que le permitió laborar en varios centros.
En medio de todas las ideas, no quiere terminar sin “agradecer a la dirección del país y a la jefatura de la misión, por no dejarnos solos en ningún momento, por el apoyo, por las llamadas telefónicas que en un momento así valen mucho”.