Olga Thaureaux Puertas
Qué difícil resulta esperar lo inesperado y aceptar lo inaceptable. La existencia de un hombre como tú, que por donde quiera que pasaba dejaba huellas por su jovialidad y manera de ser, se vio truncada con solo 38 años.
Un profesional de tu talla, de tu pluma no creo que pueda describirse en pocas palabras. Pero es que también ya no está el amigo, esa persona que integrando un excelente equipo, era mi mano derecha para conducir a este gran colectivo que se llama Sierra Maestra.
Cada minuto, cada pedacito de este entorno nuestro nos dice que estás aquí, que tu voz con los seudónimos para cada uno de nosotros retumba por los pasillos, pero a la vez sé que ya no tengo a mi lado al amigo incondicional, al profesional dispuesto a escribir sobre cualquier tema, al jefe solidario y a la vez exigente, al también chofer en ausencia de alguno de ellos. Ya no siento tu voz diciéndome: “Jefaza, es viernes y el cuerpo lo sabe”.
Te nos fuiste en solo 16 largos días. Desde que te diagnosticaron la pancreatitis necrotizada supimos que era mortal, pero tuvimos confianza en tu juventud, en tu fortaleza y resistencia, y sobre todo en la asistencia médica recibida desde que llegaste al Hospital Provincial Saturnino Lora, en especial el colectivo de la Sala de Cuidados Intensivos.
Luchaste minuto a minuto sin flaquear, pero tu páncreas enfermo, nos privó de tu existencia. Este 30 de agosto de 2015 ya es historia.
No pudimos irnos de tu lado en el hospital sin verte, sin decirte, hasta siempre.
Esperamos dolidos e impacientes la llegada de tus cenizas, te acompañamos hasta Aguadores, pequeño rincón de pescadores, donde alguna vez dijiste deseabas tu reposo eterno. Lloramos, lloramos mucho, tal vez no hubiese sido tu deseo, pero es muy duro este dolor y muy grande el vacío.
La noche nos sorprendió allí. Las olas se pusieron bravías cuando te recibieron, todos nos bañamos con sus salpicaduras, juntos, familias, amigos, todos, te deseamos un vuelo alto, como merecen los grandes hombres.